Gara y Jonay dieron nombre a este bosque que ya había sido motivo de culto por los aborígenes
Los aborígenes veneraban al alto de Garajonay, cuyo nombre surge de la fusión de Gara y Jonay , donde se han encontrado numerosos testimonios de aquellos antepasados nuestros de origen bereber que procedían del norte de África. El príncipe tinerfeño Jonay se enamoró de la princesa gomera Gara durante la fiesta con la que los guanches celebraban el comienzo de un nuevo año.
Esta relación cayó como un jarro de agua fría entre las dos familias, que trataron por todos los medios de separar a los amantes. Jonay volvió a la isla del Teide, pero una noche se ató vejigas de animal llenas de aire a la cintura, lo cual le permitiría flotar, y se lanzó al mar en medio de la oscuridad. Apenas amanecía cuando llegó hasta la costa gomera para reencontrase con la heredera del municipio de Agulo.
La pareja huyó hacia lo más alto de El Cedro, del monteverde que domina el centro de La Gomera, y con una vara de cedro afilada sellaron su amor para siempre con un abrazo que les costó la vida.
Esta leyenda guanche da nombre al Parque de Garajonay, una selva de laurisilva canaria similar a las que se extendían hace millones de años por el área mediterránea y que ocupa casi 4.000 hectáreas de las cumbres gomeras.
Los aborígenes veneraban al alto de Garajonay, cuyo nombre surge de la fusión de Gara y Jonay , donde se han encontrado numerosos testimonios de aquellos antepasados nuestros de origen bereber que procedían del norte de África. El príncipe tinerfeño Jonay se enamoró de la princesa gomera Gara durante la fiesta con la que los guanches celebraban el comienzo de un nuevo año.
Esta relación cayó como un jarro de agua fría entre las dos familias, que trataron por todos los medios de separar a los amantes. Jonay volvió a la isla del Teide, pero una noche se ató vejigas de animal llenas de aire a la cintura, lo cual le permitiría flotar, y se lanzó al mar en medio de la oscuridad. Apenas amanecía cuando llegó hasta la costa gomera para reencontrase con la heredera del municipio de Agulo.
La pareja huyó hacia lo más alto de El Cedro, del monteverde que domina el centro de La Gomera, y con una vara de cedro afilada sellaron su amor para siempre con un abrazo que les costó la vida.
Esta leyenda guanche da nombre al Parque de Garajonay, una selva de laurisilva canaria similar a las que se extendían hace millones de años por el área mediterránea y que ocupa casi 4.000 hectáreas de las cumbres gomeras.
El espacio es Patrimonio Mundial desde 1986, cuando la Unesco reconoció su exuberancia y su alto grado de conservación. En 1981 había logrado ya su catalogación como Parque Nacional y en 1988 fue declarada zona especial de protección para las aves.
Gara y Jonay dieron nombre a este bosque originario de la Era Terciaria, que ya había sido con anterioridad motivo de culto para los primeros pobladores que llegaron a La Gomera desde el norte de África.
Estos aborígenes de ascendencia bereber veneraban a las montañas y es precisamente en el Alto de Garajonay, a 1.487 metros de altitud, donde se han encontrado numerosos restos arqueológicos que dan fe de estos ritos.
Al bosque y sus caprichosas formas vegetales se suman los espectaculares Roques de Agando, Zarcita, Ojila y Carmona.
En la cumbre del primero de ellos, casi inaccesible, también han aparecido muestras de sacrificios hechos por los primeros moradores de esta isla de endiablada orografía desde la que se puede otear sin problemas las vecinas Tenerife, La Palma y El Hierro.
Los vientos alisios húmedos del noroeste son los responsables del "mar de nubes" que cubren prácticamente todo el año las cumbres gomeras.
Los vientos alisios húmedos del noroeste son los responsables del "mar de nubes" que cubren prácticamente todo el año las cumbres gomeras.
Y es este manto de rocío el que garantiza el verdor y la exuberancia de los 20 tipos de árboles que conforman la laurisilva isleña en la que convive una diversa fauna.
No hay paisaje más fantasmagórico que el del monteverde gomero cuando uno se adentra en las múltiples sendas que recorren el Parque de Garajonay.
Los musgos y líquenes cuelgan de los ancestrales árboles, de las rocas y hasta inundan los arroyos y manantiales que atraviesan el bosque y que cada día son admirados por cientos de turistas que llegan a La Gomera al reclamo de este espacio.
La magia y los sacrificios no protegieron, sin embargo, este vergel único en el mundo, que se vio esquilmado por la voracidad de los humanos desde la conquista, en el siglo XV.
Las hectáreas primigenias de este bosque se vieron reducidas al convertirse en fuente de recursos idónea para la obtención de madera y carbón o para las actividades relacionadas con la agricultura y el pastoreo.
Toda esa invasión quedó vetada con su declaración como Parque Nacional y su preservación es hoy en día uno de los principales objetivos de la Comunidad Autónoma de Canarias.
La visita a este bosque es gratuita y todo un reclamo para la isla desde la que partió Cristóbal Colón rumbo a América
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