El calentamiento global y el exceso de fertilizantes reducen la biodiversidad y el aumento de zonas muertas en los mares.
Los océanos van camino de convertirse en desiertos sin vida. La distribución de la biodiversidad marina se altera y hay cada vez más zonas muertas. Sus principales culpables: el cambio climático, el excesivo uso de fertilizantes o a las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Los científicos alertan de las desastrosas consecuencias para la vida marina y los seres humanos si continúan estos impactos ambientales. Por ello, piden más apoyo contra estos problemas generados por el ser humano.
Los consumidores pueden ayudar a mejorar la precaria situación de los océanos mediante unos hábitos de consumo ecológicos
Aguas cada vez más calientes
La temperatura es decisiva en la distribución de la mayor parte de las especies marinas. Otros factores, como la contaminación o la sobrepesca, no tendrían un peso tan importante. Así lo señala un estudio publicado en Nature, cuyas consecuencias para la vida oceánica y los seres humanos podrían ser desastrosas.
Los responsables del estudio, un equipo internacional de biólogos, explican las posibles consecuencias. Según el primer firmante del artículo, Derek Tittenson, de la Universidad Dalhousie (Canadá), desde 1899 la temperatura media del océano ha subido uno 0,38º C. Esta pequeña variación afecta ya al comportamiento de especies que han comenzado a moverse hacia otras latitudes.
Si como se espera, el cambio climático aumenta la temperatura en dos grados para mediados de este siglo, el orden actual de las especies marinas se romperá. Las especies de aguas más calientes se multiplicarán y los de aguas más frías disminuirán.
Los seres vivos que no pueden desplazarse, como los corales, lo tendrán aún peor.
El 90% de estos seres vive con 32 grados, pero si se pasa a 34, muchas de ellas no sobrevivirán. Si desaparecen los arrecifes de coral, los peces que viven en ellos correrán la misma suerte, y sus depredadores se quedarán sin alimento.
El desequilibrio afecta a toda clase de especies, incluidas a las más pequeñas, pero no por ello menos importantes.
Los responsables del estudio han descubierto que la concentración en el agua de fitoplancton disminuye en un 1% cada año. Esta clase de alga microscópica marina es vital en el aporte de nutrientes y oxígeno, y su reducción afecta a toda la cadena alimenticia, incluidos a los seres humanos.
El fitoplancton afecta a la cantidad y diversidad de especies marinas, y a las posibles capturas de pesca.
Los investigadores han descubierto que su declive es más llamativo en las regiones polares y en las tropicales, sobre todo en océano abierto.
El estudio ha supuesto un esfuerzo de considerables proporciones.
Los científicos han analizado los hábitats de unas 11.000 especies marinas de los trece grupos más importantes, entre ellos el zooplancton, invertebrados, peces y mamíferos.
Para ello han analizado datos de todo el planeta desde 1899, a partir de mediciones históricas manuales sobre la transparencia de las aguas y de la información por satélite recopilada en el Sistema de Información Biogeográfica de los Océanos.
Los fertilizantes y el CO2 asfixian los océanos
Los científicos siguen desde hace décadas el gran avance de las áreas oceánicas que se han quedado sin vida, denominadas como "zonas muertas.
El número de estos desiertos de biodiversidad marina es cada vez mayor, según diversos expertos. En 2007, Robert Díaz, del Instituto de Ciencia Marina de Virginia, hablaba de unas 220 zonas muertas, mientras que cinco años antes su estimación no pasaba de los 150.
Un año después, un equipo de investigadores de la Universidad de Kiel (Alemania) identificaba en Science grandes áreas marinas, en concreto en el Pacífico ecuatorial y el Atlántico tropical, con cantidades mínimas de oxígeno en sus aguas.
Uno de sus principales causantes son los fertilizantes y los residuos orgánicos que no se absorben en los cultivos agrícolas y llegan a ríos, arroyos, y en última instancia, a los mares.
Estos vertidos se traducen en un exceso de nutrientes que provoca el crecimiento explosivo del plancton costero.
Para ello, consumen el oxígeno del agua (un fenómeno conocido como hipoxia). Los animales con mayor movilidad huyen a otras zonas con suficiente oxígeno, y los demás perecen asfixiados.
Las emisiones de CO2 no sólo provocan el cambio climático, sino también la acidificación de los océanos, un fenómeno que también produce la disminución de la vida marina.
En 2008, un estudio publicado en Nature concluía que si los niveles de CO2 siguen en aumento, el número de especies decaerá en un 30% en 2100.
El grupo de la Universidad de Kiel recordaba en su artículo que el descenso de oxígeno en los mares no ocurre por primera vez en el planeta.
Hace unos 250 millones de años, la anoxia (falta de oxígeno) reinaba en las aguas. En aquellas fechas se produjeron grandes concentraciones de CO2 en la atmósfera, y las extinciones masivas terrestres y acuáticas se generalizaron
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